Si bien iniciar un emprendimiento no es tarea fácil, puede resultar más difícil levantarse después de una quiebra. Para ambas cosas –iniciar y reiniciar un proyecto de vida, un negocio o un emprendimiento- se requiere temple de acero, inteligencia y la capacidad de pedir ayuda. Eso hizo Coschool Colombia, una empresa que forma estudiantes de todas las edades, profesores y personas que requieren “educación en carácter y liderazgo”, en cualquier sector.
El sueño de generar cambios positivos en las personas, a través del “poder de la educación de carácter como motor de desarrollo de la sociedad” inició cuando dos amigos, el colombiano Carlos Echeverry y el inglés Henry May, reconocieron que en el sistema educativo tradicional los jóvenes no tenían la oportunidad diariamente de conectar con todo su potencial, de encontrar sus pasiones y lograr un cambio positivo.
Pero ninguno de los dos sabía cómo iniciar esta aventura, así que recurrieron al Centro de Emprendimiento de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes y cursaron el programa PEMP-Descubre. Así, durante tres meses, con reuniones cada semana de tres horas, fueron entendiendo el mundo de emprendimiento, desarrollando habilidades individuales y de equipo, construyendo el modelo de negocio y adquiriendo el apoyo de mentores. Allí, Henry May comprendió que el mundo del emprendimiento no es como la gente imagina: “Los emprendedores quieren todo muy rápido y copian a Silicon Valley (…) pero esa no ha sido la realidad, descubrimos que el emprendimiento no era tan sexy (emprender), es muy duro, son tres años o más hasta que logras algo significativo”.
Y cuando todo marchaba sobre ruedas y las enseñanzas del Centro de Emprendimiento de la Universidad daban sus frutos, vino lo impensado. El 2 de abril de 2017, un domingo, “nos dimos cuenta de que habíamos sido robados y perdimos toda la plata que teníamos en la cuenta”, expresa May. La historia no difiere mucho de la que a diario se ven en los medios de comunicación: Drogaron a la persona que llevaba la tarjeta de la organización e hicieron compras en diferentes establecimientos hasta que, literalmente, desocuparon la cuenta. Después, todo el trámite legal: “ir al banco, denunciar ante la policía, a la fiscalía, intentando entender qué pasó (…) fue un golpe duro en la cara”.
Una lección de vida
Sin pensarlo mucho, el grupo decidió reiniciar las máquinas. Pudieron cerrar todo, dar la cara a los inversionistas y decirle a sus estudiantes que no se haría nada más. Pero recordaron lo aprendido y reconocieron que su “negocio” es la formación de líderes con carácter, así que se dieron manos a la obra. Decidieron contar la historia con total transparencia –para evitar teléfono roto- y dar una lección a todos: “Nos dimos cuenta que en las comunidades que trabajamos han bajado los niveles de criminalidad”, y Coschool fue víctima de un crimen.
“Lo que pasó después fue como un milagro, algo increíble”, dice entusiasmado, May. Decidieron apelar a la cooperación colectiva a través de internet –crowfunding-, esperando recuperar algo de lo que habían perdido para hacer reinversiones y no acabar el proyecto. “No nos habíamos dando cuenta de qué tan profundo habíamos calado en la comunidad”, pero durante las primeras 6 horas después del lanzamiento de esta estrategia ya había recuperado una buena parte del dinero perdido. Y hoy, dos meses después, la sorpresa ha sido mayor, pues gracias a las micro donaciones recuperaron mucho más de la suma robada.
Henry May dice que pedir ayuda fue fundamental. En las dos ocasiones. La primera, cuando buscaron el Centro de Emprendimiento, y la segunda con el crowfunding. “Creo que es la resiliencia o la perseverancia que da el poder de seguir adelante… además de la capacidad de decir yo necesito apoyo”. Para May, muchos confunden la resiliencia con “yo puedo solo contra el mundo”, pero “yo creo que tiene que ver con pedir ayuda… y mostrar la vulnerabilidad”.
Un buen emprendedor
Henry May llegó hace cinco años al país y se enamoró de la autenticidad de la gente y de su orgullo por ser colombiana. Se quedó para emprender, porque “acá hay más oportunidades y más urgencias”. Además, dice que su visión internacional puede aportar al crecimiento de la comunidad.
Para él, un buen emprendedor es optimista, ve oportunidades en todo lado, tiene capacidad de poner en acción y de “no hablar tanto”, es curioso y siempre pregunta y está dispuesto a enfrentar cosas difíciles. “tiene la capacidad de tener conversaciones difíciles porque es inevitable (…) y no hay que callar, puntualizó.