La relación histórica entre los colombianos y el agua se ha caracterizado por ser paradójica. El agua ha sido escenario y al tiempo actor fundamental en la historia de Colombia, siendo espacio y víctima de los conflictos entre los pueblos que ha visto florecer.
Los cuerpos de agua, como los ríos, manantiales, humedales y océanos, han simbolizado fuentes de vida, saberes ancestrales y el asentamiento de diversos grupos y comunidades. Pero también, han sido testigos de la contaminación y de la guerra; han recibido los desechos de la sociedad y hasta han presenciado los enfrentamientos entre los grupos armados.
Sandra Vilardy, profesora de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes fue invitada a participar del Mercado clandestino del conocimiento, un espacio artístico organizado en el teatro Faenza (Bogotá) por la Comisión de la Verdad y la Academia Móvil de Berlín. Durante la muestra, que buscaba imitar la dinámica de una subasta, diversos expertos conversaron con participantes sobre distintos temas: desde música y sostenibilidad hasta conflicto armado. Fue así como en esta actividad, la profesora de la Facultad fue invitada a discutir sobre el papel de la Ciénaga Grande de Santa Marta (el delta del Río Magdalena) el cual, más allá de sus dimensiones ecológicas, ha sido un escenario de guerra y ha estado en medio de tensiones económicas importantes y de proyectos económicos de los actores armados.
Colombia: un país anfibio
Colombia es un país que no sólo destaca por su gran biodiversidad, sino también por su riqueza hídrica. Un ejemplo de esto es el hecho de que, aproximadamente, el 30% del territorio nacional son humedales.
A lo largo y ancho del territorio, distintas fuentes de agua han sido proveedoras de vida para los colombianos, quienes en el pasado conocían los ciclos, comportamientos y temporadas, por ejemplo, sabían cuándo sembrar o cuándo pescar; convirtiéndose así en comunidades anfibias.
Sin embargo, por diversas causas entre ellas el conflicto armado, los saberes del agua, estos conocimientos ancestrales, se han disipado por el país y se han perdido entre los territorios. Ahora la relación con el agua se ha tornado en una actividad impositiva y problemática y se ha olvidado que estos conocimientos del agua ocupan un lugar fundamental en la adaptación climática.
El agua: vida y muerte
Así como el agua en Colombia ha simbolizado un escenario de vida, también ha sido un espacio para la muerte. A manera de vertedero, los ríos y cuerpos hídricos también han sido convertidos en lo que se denominan “tumbas líquidas”, es decir, los espacios donde se han dispuesto los cuerpos de múltiples víctimas del conflicto.
Según lo expresa la profesora Sandra “una gran parte del conflicto armado en este país está relacionado al agua, no sólo con las tierras (como generalmente se cree). El conflicto se centra en la acumulación de tierras fértiles, las cuales están asociadas a los flujos y los pulsos del agua (evidentemente las disputas no son por tierras improductivas)”. Por este motivo, explica, “contar la historia del agua como escenario y víctima de la guerra es importante para reconocer las raíces del conflicto. Así como, entender su papel protagónico en la no repetición del conflicto de cara al cambio climático”.
Por último, frente a este tema, la profesora Sandra dice que los relatos e historias por parte de los distintos grupos del conflicto armado frente a cómo desaparecían los cuerpos en los ríos (de todos los tamaños) deja entonces la reflexión sobre cuántos muertos alojan los ríos colombianos y la dimensión de la guerra en el país.
¿Y ahora qué?
Al hablar sobre la situación actual del agua en Colombia, la profesora Sandra expresa una gran preocupación con respecto al panorama. Explica que, si bien se han hecho esfuerzos por trazar e identificar la verdadera dimensión y extensión de los cuerpos de agua en el país, aún hay un gran camino por recorrer frente a la gestión y cuidado de los mismos.
A pesar de que Colombia cuenta con uno de los mapas más precisos y sólidos de humedales en el planeta, liderado entre el Instituto Humboldt y el Fondo Adaptación y bajo la coordinación de la profesora y un grupo experto, aún la gestión pública no lo ha asumido y apropiado. Paradójicamente, todavía se siguen otorgando permisos para secar estas fuentes de vida y agua que ambientalmente cumplen múltiples e importantes funciones y por el contrario con su deterioro son fuentes de emisiones de metano y dióxido de carbono gases de efecto invernadero.
Por este motivo, concluye la profesora, el trabajo por el agua es una tarea que debe hacerse con coraje, paciencia y pedagogía. La supervivencia de cara al cambio climático depende de lograr transformar las maneras de pensar de las personas y entre todos realizar una gestión sostenible del agua.