Por Jorge Hernán García, Profesor del Área de Sostenibilidad, Facultad de Administración
En los años 1960s y 1970s el cambio climático y su principal causa, un aparato económico basado en combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, se establecían como hechos científicos en climatología y ciencias de la atmosfera. Como suele suceder en ciencia, el mensaje de los climatólogos inicialmente no resonó en comunidades científicas poco versadas en el tema, los ciudadanos del común y políticos. ¿Por qué preocuparnos por un incremento de 2 o 4 grados centígrados en la temperatura (promedio del planeta) en un futuro, si en un país como Colombia en un día una persona experimenta cambios de hasta 15 grados de temperatura y nada parece suceder?
En un acto de humildad y curiosidad William Nordhaus fue el primer economista en haber tomado en serio el mensaje de los climatólogos. Equipado con habilidades matemáticas excepcionales, el profesor Nordhaus dio en los 70s los primeros pasos en la construcción del primer Modelo Integrado de Evaluación (MIE). Su modelo combinaba elementos de dos mundos que en el imaginario del momento poco tenían en común: la economía y el clima. El modelo analizaba una relación de doble vía y se preguntaba: ¿de qué forma la actividad económica afecta el ciclo de carbono (esto es, el flujo de carbono entre los océanos, la atmosfera y la biosfera) y viceversa?
Las conclusiones del MIE del profesor Nordhaus, cuya versión final fue completada a principios de los años 90, si bien ayudaban a confirmar el cambio climático y su relación con la actividad humana como un hecho científico, no coincidían con el entender y sentir de los climatólogos. Así, mientras estudiosos de las ciencias de la tierra creían que se deberían implementar acciones inmediatas y drásticas de reducción de emisiones de gases efecto invernadero, este esfuerzo integrador de diferentes disciplinas concluía que los costos de estas acciones de mitigación drásticas eran demasiado altos, en relación a sus beneficios. El profesor Nordhaus proponía entonces una transición relativamente lenta a una economía baja en carbono. Esto implicaría un aumento de más de 2 grados centígrados en la temperatura promedio del planeta en el año 2100 con relación a la era preindustrial, lo cual ha sido estimado por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) como potencialmente peligroso o catastrófico para el planeta y sus habitantes.
A medida que el cambio climático se establecía como un hecho entre economistas, académicos y el público, a lo que indudablemente contribuyó el trabajo pionero del profesor Nordhaus, diferentes científicos naturales, filósofos y colegas economistas se han unido a las preocupaciones de los climatólogos frente a las implicaciones de la transición gradual a una economía baja en carbono propuesta. Curiosamente, la discordia, que hoy en día ha sido atenuada pero aún persiste, no proviene del componente climático del modelo sino de su módulo económico y de un parámetro en particular: la tasa de descuento. Académicos prominentes han esgrimido diferentes argumentos, algunos empleando el MIE original, explicando las razones por las cuales la forma como el profesor Nordhaus compara el bienestar de la generación presente vis-à-vis el bienestar de las generaciones futuras es equivocado.
Uno de los origines de la discordia radica en que la escala temporal del cambio climático es del orden de los cientos y miles de años, mientras que los análisis económicos se han ocupado tradicionalmente del estudio de fenómenos durante periodos relativamente cortos, que en el mejor de los casos no superan algunas décadas. La tasa de descuento empleada por el profesor Nordhaus de 4,3% anual, implica que un daño ambiental valorado en 1 millón de dólares en 100 años, equivalen a aproximadamente a 15 mil dólares de hoy, o el 1.5%. Apelando a argumentos de carácter ético y otros relacionados con la incertidumbre sobre los múltiples impactos del cambio climático, algunos académicos han propuesto emplear tasas de descuento que oscilan entre el 1.3% y el 3% anual, lo que le da una mayor peso a las generaciones futuras dentro en el gran proyecto de mitigación del cambio climático.
El premio en honor a Alfred Nobel recientemente otorgado por el Banco Central Sueco al profesor Nordhaus nos recuerda que, si la ciencia ha de cumplir una función social, puede ser mejor estar “equivocado” resolviendo el problema correcto que estar en lo “correcto” resolviendo el problema equivocado.