Estudiantes de la Maestría en Gerencia y Práctica del Desarrollo en la Universidad del Pacífico.
La movilidad social hace referencia a procesos de transición bien sea geográficos, educativos, laborales o de ingresos que experimenta una población (Fields, 2000). Las oportunidades que tiene la población para acceder a educación de calidad afectan directamente sus opciones de movilidad social. Este informe explica que, a nivel nacional, alrededor del 90% de los niños o jóvenes provenientes de los contextos más vulnerables que inician sus estudios en grado primero, no logran alcanzar el acceso a educación superior.
Por estos días en los que la conformación de un Ministerio de la Igualdad es una iniciativa que podría contribuir a dinamizar la movilidad y cerrar desigualdades, es clave reconocer que, para superar brechas, un paso fundamental que se debe dar en Colombia, es el acceso a la educación superior de calidad; allí es donde toman relevancia los programas e iniciativas que promueven la participación de estudiantes provenientes de contextos vulnerables.
Diana Puerta, directora de la Maestrías en Gerencia Ambiental, y la Maestría en Gerencia y Práctica del Desarrollo de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, comenta que “tener la posibilidad de acceder a la educación, provee herramientas únicas y fundamentales para la evolución y el sostenimiento de los liderazgos en los territorios. Esto se da porque creemos que en la educación está el poder de cambio”.
Es bajo esta motivación que la Universidad de los Andes, en alianza con la Fundación Manos Visibles y USAID, decidieron sumar esfuerzos para becar a más de 60 líderes del pacífico colombiano, especialmente de Buenaventura, quienes ahora tienen la oportunidad de cursar la Maestría en Gerencia y Práctica del Desarrollo – Pacífico, en esta institución. Estos líderes y lideresas son conscientes que, a través de la educación, es posible generar cambios significativos en sus comunidades.
María Isabel Hurtado, es lideresa en Buenaventura y estudiante de la Maestría. Lleva 10 años trabajando con niños, niñas, adolescentes y madres vulnerables que viven en zonas de conflicto. Actualmente, trabaja con la corporación Equipos de lectura Mariposas de amor, que promueve el hábito de la lectura, la cultura y lazos familiares. “Atendemos 350 niños y niñas en la comuna siete y más de 150 madres cabeza de hogar víctimas de violencia de género”.
Hurtado nació y creció en una calle llamada El Caguán, nombrada así por ser una zona de conflicto donde siempre hay enfrentamientos.
“Cuando era chiquita quería estudiar Derecho para defender los derechos de los niños y niñas. Fui a la universidad y cuando volví, vi que la situación era la misma. A partir de eso, decidí trabajar con una fundación de derecho laboral y abrí un club de lectura. Pasé de tener 5 niños y niñas, a tener 350 niños y niñas y 150 madres involucrados”.
María Isabel Hurtado, estudiante de la Maestría en Gerencia y Práctica del Desarrollo
Es consciente de que el gobierno no puede hacer el trabajo solo, se necesita de aliados y personas estratégicas para llegar al objetivo y suplir las necesidades que tienen las personas “Donde no está el gobierno, están las organizaciones internacionales, están los líderes, están las organizaciones de base y es allí donde es muy importante que se promueva su liderazgo para poder ayudar a que Colombia realmente sea esa potencia de la vida”, resalta.
Por su parte, Ana Lucero Oliveros Arboleda, quien también hace parte del grupo de estudiantes de la Maestría, ha desarrollado con las mujeres resistentes del municipio de Bojayá, un emprendimiento de producción de cosméticos y jabones artesanales sostenibles. “Pensamos en una opción que aportara económicamente y que además apoyara a la reconstrucción del tejido social, comunitario y de memoria con el apoyo de las mujeres de este municipio”.
A pesar de que su producción sería más económica en ciudades como Cali o Bogotá, ellas decidieron realizarlo en este territorio. “La masacre fue fundamental para Bojayá y sobre todo para las mujeres; por eso para nosotras es importante hacerlo aquí, porque hace parte de esa sanación y de mantener una conexión con la naturaleza. Las huertas que tenemos para crear estos productos nos reconectan con este territorio que fue violentado, pero que sana a partir de esta alternativa”.
Oliveros enfatiza en que el liderazgo es crucial para combatir las barreras
“en esos contextos en donde siempre hemos dicho que el Estado no está presente, hay más. Cuando yo potencio los liderazgos, estoy potenciando las capacidades de las personas de la comunidad. Así como de entender que somos Estado y que yo como individuo me fortalezco y entiendo que hay otras alternativas y posibilidades. De esta manera, estamos construyendo una Colombia mejor”.
Ana Lucero Oliveros Arboleda, estudiante de la Maestría en Gerencia y Práctica del Desarrollo
Entre tanto, José Pretelt, apoya desde su liderazgo el emprendimiento Uramba, una experiencia cultural que visibiliza las vidas ancestrales y tradicionales por medio de la gastronomía y la cultura, en una vitrina para toda la región. También apoya el fortalecimiento del Parque Nacional Natural Uramba en Bayamo. Para Pretelt, las iniciativas nacen con la lógica comunitaria de impulsar lo que son como población afro y de territorio ancestral. “Desde el parque Uramba impactamos a más de 55.000 personas de forma directa e indirecta. Desde los consejos comunitarios, que están en la cuenca de Bahía Málaga, se generan los procesos de conservación de los ecosistemas estratégicos y servicios ecosistémicos, así como de la ballena jorobada, una especie importante para la comunidad en términos culturales”.
Para Pretelt, potenciar el liderazgo en estas zonas es fundamental.
“Buenaventura, sin duda alguna, ha tenido situaciones difíciles en términos de pobreza multidimensional, carencia en algunas necesidades básicas insatisfechas, entre otros. Pero somos nosotros, los moradores de estos territorios, quienes tenemos que tomar la iniciativa. Ahondar en los escenarios de educación y contar con ese ecosistema de conocimiento; ir a los espacios de toma de decisiones y participar en pro de nuestro territorio”.
José Pretelt, estudiante de la Maestría en Gerencia y Práctica del Desarrollo
Cesar Carvajal, oriundo de Riosucio, Chocó, también coincide en que una de las formas de retribuir a la comunidad es a través de transmitir lo que la educación le ha aportado “casi el 90% de los chicos que se gradúan en Riosucio, no van a la universidad. Busco fomentar eso y me he puesto como meta lograr que por lo menos uno pueda acceder a una de las becas que ofrece, por ejemplo, el Semillero Pacífico de la Universidad de los Andes”.
El Darién chocoano es una región con grandes potenciales y con ecosistemas estratégicos, sin embargo, sus recursos no se aprovechan de manera sostenible.
“Desde mi formación como ingeniero y como gerente del desarrollo, así como con el curso de emprendimiento, surgió la idea de ‘Good Darién’, emprendimiento que hace uso del gran volumen de residuos de madera no aprovechados en el bosque para producir mesas artesanales”, agrega Carvajal.
Cesar Carvajal, estudiante de la Maestría en Gerencia y Práctica del Desarrollo
Todas estas historias de resiliencia y perseverancia, son evidencia que, con pasión y educación, es posible cerrar las brechas. “Nosotros como Facultad creemos en la diversidad, en reducir la desigualdad. Estamos cambiando de narrativa y creemos en el desarrollo sostenible. Es por eso que durante los 50 años que llevamos construyendo nuestra institución, buscamos que a través de la educación muchas más personas de estos territorios se empoderen y trabajen por sus comunidades”, puntualizó Puerta.
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